La historia la escriben los que ganan, hasta que los pueblos aprenden a leer
La reciente demolición del monumento en honor a Osvaldo Bayer en Santa Cruz, ejecutada por Vialidad Nacional, se inscribe en una serie de acciones gubernamentales que evidencian una tendencia hacia la desmemoria y la reivindicación de narrativas autoritarias. Este acto, realizado a horas del Día de la Memoria, no solo atenta contra la figura de Bayer, sino que también simboliza un intento de borrar las huellas de la resistencia y la lucha por los derechos humanos en Argentina.
Osvaldo Bayer, historiador y periodista, dedicó su vida a desentrañar las injusticias del pasado argentino, especialmente a través de su obra La Patagonia Rebelde, donde expone las masacres de obreros en la década de 1920. Su compromiso con la verdad y la justicia lo convirtió en un referente ineludible en la defensa de los derechos humanos.
La eliminación del nombre de Néstor Kirchner de la fachada del Centro Cultural Kirchner (CCK) es otra manifestación de esta política de desmemoria. Este acto simboliza un esfuerzo por desvincular la identidad cultural del país de figuras políticas que han tenido un rol significativo en su historia reciente. En Villa María, Córdoba, el mismo intendente que nombró Néstor Kirchner al aeropuerto le quitó el nombre, aunque fue elegido por lo que llaman el "Partido Justicialista" (habría que revisitar la denominación tal vez), y vale como muestra de que el avance negacionista solo es posible con la complicidad de "la oposición" (también deberíamos revisitar esa denominación) ¿El gobernador santacruceño, ex sindicalista del petróleo, qué dirá sobre el ataque a la memoria de Bayer? (hasta ahora nada).
Asimismo, la disolución del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) representa un retroceso en las políticas de inclusión y diversidad, dejando en evidencia una postura gubernamental que minimiza la importancia de la lucha contra la discriminación en todas sus formas.
En el ámbito de los derechos reproductivos, la celebración del "Día del Niño por Nacer" por parte del gobierno actual, acompañada de críticas a la ley de interrupción voluntaria del embarazo, refleja una intención de restringir derechos adquiridos y de imponer una visión conservadora sobre la autonomía de las mujeres.
Estas acciones gubernamentales, en su conjunto, configuran un panorama donde la memoria colectiva y los avances en derechos humanos se ven amenazados por una narrativa que busca reivindicar períodos oscuros de la historia argentina. La ironía radica en que, mientras se proclama una supuesta defensa de la libertad, se implementan políticas que cercenan derechos y silencian voces disidentes. Es imperativo, entonces, mantener una postura crítica y activa frente a estos embates, recordando las palabras de Bayer: "La historia la escriben los que ganan, hasta que los pueblos aprenden a leer".
En este contexto, las redes sociales juegan un papel central en la construcción de las nuevas narrativas de la ultraderecha. En la era de la posverdad, donde los hechos objetivos pierden relevancia frente a la manipulación emocional, las plataformas digitales se han convertido en herramientas fundamentales para la difusión de discursos de odio, teorías conspirativas y la deslegitimación del pensamiento crítico. La facilidad con la que se propagan falacias y la creciente desinformación generan una sociedad que lee poco, investiga menos y, sin embargo, se siente empoderada para opinar sobre cualquier tema sin un mínimo de rigor intelectual.
Las estrategias comunicacionales de la derecha radical han sabido explotar las lógicas algorítmicas de las redes, promoviendo un discurso simplista y emocionalmente efectivo que seduce a sectores juveniles desencantados con la política tradicional. Este fenómeno no es exclusivo de Argentina, sino que responde a una tendencia global donde figuras como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Santiago Abascal han logrado imponer su agenda gracias a la viralización de mensajes que priorizan la indignación por sobre el análisis racional.
Si bien la tecnología no es intrínsecamente negativa, su uso con fines de manipular la opinión pública y erosionar las bases democráticas representa un peligro latente. La desinformación sistemática y la construcción de "enemigos internos" (ya sean inmigrantes, feministas, sindicalistas o intelectuales críticos) no son más que una reconfiguración de las viejas tácticas totalitarias, ahora amplificadas por la velocidad y el alcance de Internet.
La tentativa de borrar símbolos y desmantelar instituciones que representan la lucha por los derechos humanos y la memoria colectiva no es sino una manifestación de la "voluntad de poder" nietzscheana, donde la imposición de una única verdad busca suprimir la pluralidad de voces y experiencias. Es esencial, en este contexto, ejercer una "hermenéutica de la sospecha" (Ricoeur, 1970) para desentrañar las verdaderas intenciones detrás de estas acciones y resistir, desde la praxis y la teoría, a la erosión de los valores democráticos y humanistas que tanto ha costado construir.
Bibliografía:
- Ricoeur, P. (1970). Freud and Philosophy: An Essay on Interpretation. Yale University Press.
- Nietzsche, F. (1887). Zur Genealogie der Moral.
- Bayer, O. (1972). La Patagonia Rebelde. Buenos Aires: Editorial Galerna.
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